Pues ya se ha muerto Franco. Se recoge bien la conmoción existente, la expectación, etcétera. Solo Imanol Arias tiene la habilidad, no sé si consensuada conlos guinistas de referirse a D. Juan Carlos como “el Príncipe”, que es como le llamaba todo el mundo entonces. A llamarle “el Rey” tuvimos que acostumbrarnos luego.
Sigue siendo de mal gusto lo de maquillar la ruptura de la actriz Irene Visedo (Inés) a la productora con un exilio político. Pero encima, abundan en ello con las llamadas a Francia y los sollozos de la pobre abuela (Inés, te quiero mucho, vuelve pronto, buá bua bua, que ya se ha muerto Franco – el malísimo, bua, ). No sé que harán cuando Juan Carlos dé indulto y posteriormente amnistía general. Porque estaría bueno que Marcelino Camacho se pasee por Madrid e Inés Alcántara no. Eso sería la superexageración del siglo.
Se transmite con relativo acierto el tema de las colas ante el féretro de Franco. Fueron importantes, pero la verdad es que no se dispone de estadísticas oficiales de cuanta gente asistió a esas colas. En mi opinión debieron ser unas 200.000 personas, es decir, no tantas como piensa la gente. Lo que pasa es que resulta muy espectacular hablar de colas de más de 5 km, desde el Retiro hasta el Palacio de Oriente. Pero hay que pensar que si desfilaron, en aproximadamente 60 horas unas 200.000 personas, pues en algún momento debió haber unas 30.000 personas haciendo varias colas en simultáneo. En una cola de ese estilo, puede haber unas 20 personas por cada 10 metros, es decir, unas 2 personas por metro, lo cual podría dar una cola de unos 10 km si hay 10.000 personas. Lo que ocurre es que parece dantesco hacer una cola de 10 kms durante unas 24 horas y la idea que se transmitió a la opinión pública fue la de una adhesión inquebrantable al régimen. La realidad no fue tal. Fueron los 200.000 de siempre, los que luego llenarían cada año la plaza de Oriente, que acudían desde distintos puntos de España. Recuerdo perfectamente que varios familiares míos vinieron desde Andalucía y como ellos, tantos y tantos otros.
Pero en nuestra imborrable memoria colectiva, queda que fueron larguísimas colas las que se formaron para despedir a Franco. Y esto es lo que quiere recoger la serie.
Pero lo que resulta indecente es que salga Echanove con sus heridas y magulladuras en la célebre cola de despedida de Franco. Y la niña maoísta para mostrar el retrato de su abuelo republicano. Y la roja Karina, para asegurarse de que estaba muerto. Es inadmisible porque parece que la cola se llenó por “miedos” o por gente que iban a comprobar que estaba muerto.
A Pinochet le pusieron el cristal en previsión de lo que realmente pasó. Me refiero al célebre escupitajo de una persona contraria a él. A Franco no se lo pusieron, porque no hizo falta. La oposición española en noviembre de 1975 se manifestaba a voz en grito, pero en París y en Roma. No existe ni una foto fidedigna de una oposición valiente manifestándose con pancartas en Madrid ni en Bilbao ni en Barcelona. Lógico si pensamos en los 20 años a Marcelino Camacho por el proceso 1.001. Estaban, o estábamos, acojonados. Y no se puede presentar que la niña maoísta llega y muestra la foto del miliciano al cadáver de Franco.
Es magnífica la intervención final de Imanol Arias, quedándose sin entrar a despedirse del cadáver de Franco, mirando al cielo “P’arriba”, como le llamaban en su pueblo.
En la reciente línea habitual, la voz en off de Carlitos despidiendo el episodio con “Cantares” de Serrat más la losa de miles de kilos de Franco y la visión aérea de la Cruz del Valle de los Caídos, resulta especialmente emocionante, sobre todo cuando suena aquello de “murió el poeta lejos del hogar…”. Nos reaviva el odio hacia Franco o hacia todo lo que se le parezca. Eso es lo que necesitamos.
Sigue siendo de mal gusto lo de maquillar la ruptura de la actriz Irene Visedo (Inés) a la productora con un exilio político. Pero encima, abundan en ello con las llamadas a Francia y los sollozos de la pobre abuela (Inés, te quiero mucho, vuelve pronto, buá bua bua, que ya se ha muerto Franco – el malísimo, bua, ). No sé que harán cuando Juan Carlos dé indulto y posteriormente amnistía general. Porque estaría bueno que Marcelino Camacho se pasee por Madrid e Inés Alcántara no. Eso sería la superexageración del siglo.
Se transmite con relativo acierto el tema de las colas ante el féretro de Franco. Fueron importantes, pero la verdad es que no se dispone de estadísticas oficiales de cuanta gente asistió a esas colas. En mi opinión debieron ser unas 200.000 personas, es decir, no tantas como piensa la gente. Lo que pasa es que resulta muy espectacular hablar de colas de más de 5 km, desde el Retiro hasta el Palacio de Oriente. Pero hay que pensar que si desfilaron, en aproximadamente 60 horas unas 200.000 personas, pues en algún momento debió haber unas 30.000 personas haciendo varias colas en simultáneo. En una cola de ese estilo, puede haber unas 20 personas por cada 10 metros, es decir, unas 2 personas por metro, lo cual podría dar una cola de unos 10 km si hay 10.000 personas. Lo que ocurre es que parece dantesco hacer una cola de 10 kms durante unas 24 horas y la idea que se transmitió a la opinión pública fue la de una adhesión inquebrantable al régimen. La realidad no fue tal. Fueron los 200.000 de siempre, los que luego llenarían cada año la plaza de Oriente, que acudían desde distintos puntos de España. Recuerdo perfectamente que varios familiares míos vinieron desde Andalucía y como ellos, tantos y tantos otros.
Pero en nuestra imborrable memoria colectiva, queda que fueron larguísimas colas las que se formaron para despedir a Franco. Y esto es lo que quiere recoger la serie.
Pero lo que resulta indecente es que salga Echanove con sus heridas y magulladuras en la célebre cola de despedida de Franco. Y la niña maoísta para mostrar el retrato de su abuelo republicano. Y la roja Karina, para asegurarse de que estaba muerto. Es inadmisible porque parece que la cola se llenó por “miedos” o por gente que iban a comprobar que estaba muerto.
A Pinochet le pusieron el cristal en previsión de lo que realmente pasó. Me refiero al célebre escupitajo de una persona contraria a él. A Franco no se lo pusieron, porque no hizo falta. La oposición española en noviembre de 1975 se manifestaba a voz en grito, pero en París y en Roma. No existe ni una foto fidedigna de una oposición valiente manifestándose con pancartas en Madrid ni en Bilbao ni en Barcelona. Lógico si pensamos en los 20 años a Marcelino Camacho por el proceso 1.001. Estaban, o estábamos, acojonados. Y no se puede presentar que la niña maoísta llega y muestra la foto del miliciano al cadáver de Franco.
Es magnífica la intervención final de Imanol Arias, quedándose sin entrar a despedirse del cadáver de Franco, mirando al cielo “P’arriba”, como le llamaban en su pueblo.
En la reciente línea habitual, la voz en off de Carlitos despidiendo el episodio con “Cantares” de Serrat más la losa de miles de kilos de Franco y la visión aérea de la Cruz del Valle de los Caídos, resulta especialmente emocionante, sobre todo cuando suena aquello de “murió el poeta lejos del hogar…”. Nos reaviva el odio hacia Franco o hacia todo lo que se le parezca. Eso es lo que necesitamos.